Dicen que tenía muy cerca a sus dos hijos, uno de ellos de tres años y el otro de seis meses, cuando las cuatro balas la encontraron. Esa balas terminaron con la vida de Alison Pachón, de 20 años de edad y una de las 30 víctimas mortales que se llevó la violencia contra mujeres en 2017.
Ella estaba sentada, tranquila y con sus hijos cerca cuando su asesino, Cristian “Kiki” Pastorino, llegó. La información sobre lo que sucedió se asemeja lo que ocurre en muchas otras muertes de mujeres: el matador entró a la casa, sacó el revólver y disparó. Sin discusiones o gritos, sin grandes escándalos. Son varias las mujeres que mueren así en Uruguay, como resultado de algo que parece más un trámite, algo que se hace sin tener que desplegar mucha gestualidad o dramatismo.
El asesino era su pareja y tenía, hasta que murió hace unos días de un balazo en la cabeza, solo un año más que ella. También era el padre del bebé, y poseía un historial un historial delictivo con iguales dosis de terror y tragedia. El caso no había sido rotulado como “femicidio” porque, según explicó la fiscal del caso Diana Salvo, el hombre seguía prófugo. Ahora que se conoció el destino final de su victimario, la muerte de Alison Pachón vuelve a llamar la atención por la ausencia de reacción, por la aparente indiferencia en la que muchas mujeres mueren.
La prematura muerte de Alison cumplía con muchos de los rasgos de un femicidio: una relación de pareja con episodios violentos, y una situación en la que ella no se animaba o no se decidía a radicar una denuncia por violencia doméstica.
El abuelo de Alison le dijo a algunos medios que ella quería irse a vivir con él, para tener una vida menos afectada por las disputas y los conflictos. No pudo ser, y su expareja –que también había sido indagada por otros delitos sexuales como violación– siguió prófugo hasta que, luego de matar a otra mujer, cayó también él por los impactos de bala.
La muerte de Alison es otra muestra de que la violencia de género en Uruguay abarca prácticamente a todas las edades, y atraviesa a todos los estratos sociales y culturales.
Por Fabián Muro