Callada, incluso tímida, pero muy cálida. Así describen amigos y vecinos a Eva Reyes, asesinada el pasado 11. Ruth de Farías la conocía desde niña. Cuenta que Eva fue criada por su abuela y que de pequeña forjó esa personalidad callada y respetuosa que conservó de adulta. “No le gustaban los bailes, solo le importaba la familia. Disfrutaba de estar con las hijas y el marido, pero el 27 de abril me escribió que se separó y que necesitaba urgente trabajar”.
En este último punto coinciden varios allegados: desde su separación, dos meses antes de que la mataran, su principal preocupación era ganarse el sustento. “El gran problema de ella era económico, quería trabajar en lo que fuera”, dice Alexander Aleman, el vecino que le alquilaba la vivienda en la que vivía tras la ruptura. Incluso, días antes del femicidio le comunicó que no le podía pagar más y que quería entregar la casa. Alexander le dijo que se quedara igual.
En el barrio el Collazo de Melo, donde Eva y su marido se instalaron de jóvenes, la noticia sorprendió. Habían empezado prácticamente de la nada. Comenzaron con la venta de cuerdas, herramientas y objetos de barraca. El barrio todo comenzó a acercarse y el negocio a crecer. “Ella era una hermosa mujer, buena persona, si los clientes no tenían plata, nunca se iban con las manos vacías, siempre se llevaban lo que necesitaban, era muy solidaria”, recuerda Nélida Correa, vecina y clienta
Por Néstor Araújo