Le pegó hasta matarla. Fuerte. A lo macho, como le decían los amigos en el barrio que había que “plantarse”. Uno, dos tres, y así, más de diez piñazos en la cabeza. Incluso le pegó en el piso. No la dejó levantarse, casi que sin espacio para respirar, mucho menos para defenderse. Rápido. Así de irracional el hombre decidió que tenía el poder de terminar con la vida de su novia.
Yanina Portela tenía apenas 24 años. Vivía en Artigas. En poco tiempo su nombre se convertirá en un número de esa lista de feminicidios que la cultura machista sigue alargando. Su caso fue el número 20 de las muertes por violencia machista a lo largo del 2017. Fue víctima de esa idea de hacer las cosas “a lo macho”. Pero la crueldad del caso tampoco sirvió para que fuese el último.
La cultura de “hacer las cosas a lo macho” sigue agrandando esa triste lista de mujeres asesinadas. En ningún momento Yanina pensó estar en ese grupo. Jamás se imaginó que la persona que le decía que le prometía amor, la iba a golpear brutalmente hasta cortarle la vida. Pero pasó.
Aquel domingo de octubre, la valentía del macho no alcanzó para asumir el asesinato ante la Policía. La colgó del cuello para simular un ahorcamiento. Salió corriendo y dijo entre lágrimas que la encontró “fría y muerta”, que se había suicidado, que no entendía lo que pasó.
Tras admitir la autoría del crimen y ser indagado por la Justicia fue procesado por un delito de homicidio muy especialmente agravado en calidad de autor.
Por Néstor Araújo y Mariana Malek