Un hombre con poca suerte

Tiene tatuados en su frente el IRPF y el power point, que fue su forma preferida de comunicarse con sus conciudadanos y que lo llevó a recientes autocríticas sobre su lejanía de la gente común. Decano joven, economista destacado, independiente de antiguas agrupaciones de la izquierda tradicional de cuño marxista, Danilo Astori llegó a ser candidato a la vicepresidencia del Frente Amplio en 1989 secundando a Líber Seregni, y a ser el primer nombre en las listas al Senado de todos los grupos de la coalición, algo sin antecedentes en ese sector. Luego, según muchos, fue carta de triunfo de Tabaré Vázquez (más que el voto Buquebus) cuando poco antes de las elecciones lo anunció como su ministro de Economía.

Su atildamiento, su lejanía del uruguayo medio, no son rasgos de su tercera edad. Ya en 1971-72 un Astori treintón, pintún, visitaba comités de base del Frente Amplio manejando un envidiado Mustang rojo, con su melena rubia (hoy blanca e intacta) y un costoso look casual que despertaba suspiros y resuellos femeninos.

La dictadura lo borró del mapa sin demasiadas magulladuras y reapareció con la democracia en el círculo de confianza de Seregni.

Para las elecciones internas de 1999 enfrentó a Tabaré Vázquez y le fue muy mal (87% a 13%). Por entonces dijo de él cosas tan duras (más que las que hoy dice de Mujica) que hacen dudar sobre la solidez del respaldo y la empatía que hoy muestra con el mandatario y hace que los malpensantes ironicen sobre la verdadera intención del dedo presidencial que quiso llevarlo a la segunda presidencia del Frente.

Su gestión, elogiada por economistas de todo pelo, por organismos internacionales, por empresarios locales, no parece ser percibida por las bases frenteamplistas como "de izquierda". Es más, todos esos elogios son parte importante de su salvavidas de plomo y lo han obligado en esta campaña a subrayar su condición de izquierdista y a atacar virulentamente a "la derecha".

Su reforma tributaria es criticada incluso por los que hoy pagan menos (misterios de la política y de la comunicación) y lo malquistaron con buena parte de la clase media de izquierda, que siempre fue uno de los pilares del Frente Amplio.

Lo que Mujica ha llamado sus "imposibilidades somáticas de negociar", la distancia que pone en el trato de sus correligionarios, su discurso profesoral, su envaramiento, no lo han ayudado en su popularidad. La adhesión a Astori se sustenta en su seriedad, su solvencia técnica y buen tino, y en una gestión próspera y sin sustos en Economía. Lo admiten sus enemigos y también sus adversarios en la interna de la izquierda, que hasta intentan -y logran -transformar esa idoneidad en otro de sus rasgos helados.

No tuvo buena estrella últimamente: se desplomó a la salida de la sede del Pit-Cnt ante las cámaras (a cualquiera le pasa, pero no todas las caídas son iguales); se ligó un baldazo de agua en un acto político (otros líderes políticos han recibido disparos, que son menos mortificantes); y hasta una niñita de dos años le desplegó en la cara un póster de Mujica en el acto del 1° de mayo bajo los flashes y las cámaras de decenas de reporteros. El frío lo llevó, grave, a un CTI, y lo sacó de una campaña interna que ya estaba virtualmente perdida. Hoy todos esperan su próxima jugada y, probablemente, él, un golpe de suerte.