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Alejandro Nogueira
Algo que puede decirse de José Mujica, más allá de los intensos amores y odios que despierta, es que no se ha enriquecido con la política como otros dentro y fuera de sus filas; ni lo hará con las flores y legumbres de su chacra. Si llega a presidente será un caso casi tan raro como el de Obama, que dará cuenta de un vigor democrático envidiable de Uruguay.
De chacarero pobre, anarquista precoz, blanco rebelde, va asumiendo casi por ósmosis el marxismo que se empezaba a respirar en el Uruguay de los 60; mutó en tupamaro, guerrillero urbano, hacia el seguro destino de torturado-preso, para regresar en su vejez como líder máximo de la izquierda y posible mandatario y seguramente seguirá rodeado hasta su final de miedos burgueses, adhesiones incondicionales, y desconfianzas de las mentes matrizadas en el batllismo y otras ortodoxias.
Los blancos admiten en corrillo a veces, con cierta incomodidad, que ven la veta blanca de Mujica. "Yo no tengo empacho en decir, ni me pidan que no lo diga, que en mi interpretación histórica de este país soy blanco, perfectamente blanco, y mídase que decimos blancos, no del Partido Nacional" dijo en 1985.
Si se mira bien, no hay diferencias de mensaje (sí metodológicas) entre el Mujica actual y lo que representaron los Tupamaros en la bisagra de los años 70. Aquellos guerrilleros eran la reacción de muchos jóvenes uruguayos a una forma de hacer política como hoy Mujica representa la otra cara del político de gel y corbata. Aquellos guerrilleros urbanos, en su mayoría hijos de la clase media, que dejaron "sus vidas, sus amigos y sus bienes" para darle a los demás (los más) lo que le quitarían a los ricos, se encarnan hoy en Mujica, que en el imaginario de miles de uruguayos nunca conformes, reclamantes del Estado, dolidos por la desigualdad, piensan que cumplirá sus promesas de repartir bienes y justicia.
Cuando los "rehenes" fueron liberados por la amnistía de 1985, Mujica dijo que ellos apenas serían "los palitos" en torno a los cuales se formaría "la colmena" de la nueva organización.
"Los viejos vamos a jugar nuestro papel, hasta que ustedes se reencuentren a ustedes mismos. Habrá que renovarse a su debido tiempo", dijo Mujica tras salir de la cárcel el 15 de marzo de 1985 en un acto en el Platense Patín Club. Fue a poco de cumplir apenas los 51 años. Hoy, con 74 años, no es un anciano consejero, sino el epicentro de esa organización y del Frente Amplio.
Su imprevisibilidad, sus frecuentes frases de espanto -no parece existir un super yo entre su cabeza y su lengua- y el voluntarismo que impregna su discurso son, al mismo tiempo, los rasgos que embelesan a unos y generan el rechazo de otros.
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