La madre, la hija, la hermana

La Hija

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Rober era un niño y vivía en Sauce. Un pueblo, como muchos otros, en el que todas las familias se conocen. Allí la llegada de Alba, su esposo y sus tres hijos, no pasó desapercibida. Y la mudanza fue única, pero no porque fuese una familia extraordinaria, eran dos padres y sus hijos buscando un hogar. Fue única para Rober. Porque con esa familia apareció Natalia, una nena con la que jugaría, y marcaría un antes y un después en la historia de su vida. Natalia era una nena alegre, grandota, que siempre sonreía. Así la recuerda Alba, su mamá. Cuenta que Natalia hacía cursos de todo, desde fotografía hasta maestra de preescolar. Rober, sin embargo, probó suerte en el exterior. Natalia siguió trabajando, puso una tienda, estuvo en pareja y se convirtió en madre de su único hijo, mientras disfrutaba de tomar mate con su familia o pasear con amigas por el pueblo. Hasta que un día Rober volvió. Natalia estaba de nuevo soltera. Y esos dos niños que habían jugado en las calles de Sauce, empezaron a hablar, a salir, a conocerse. Y así, a los 29 años Natalia encontró en un amigo de la infancia, al amor de su vida. Pero esta historia no tiene final feliz. No hay casamiento, ni hijos, ni sonrisas. En esta historia Natalia se muere. Rober la mata. En esta historia solo queda la pregunta de una madre: “¿Por qué lo hizo? Ella lo adoraba, lo quería. Ese mismo día me dijo que él no iba a hacerle nada, que sabía que no iba a hacerle nada. Pero la estaba esperando con un cuchillo”.

Probablemente ninguna respuesta podrá aliviar a Alba. Los psicólogos encuentran distintas razones que pueden convertir a un hombre en un violento. Muchas veces la respuesta, depende de su escuela. La fiscal Alba Corral reconoce que a pesar del trabajo realizado para abordar la violencia doméstica desde una perspectiva integral todavía hay mucho camino por recorrer y particularmente repara en uno de los puntos en los que recién se está comenzando a trabajar. “Estamos en un debe con la rehabilitación de agresores. Tenemos solo un servicio de la Intendencia de Montevideo que contrata a una ONG que los atiende. Hay toda una discusión sobre si debe concurrir voluntariamente o si se le impone como obligación, pero estamos en un debe. Porque si en este problema recuperamos víctimas pero no rehabilitamos agresores, agarran otras, porque buscan seguir ejerciendo el poder”.

El trabajo de rehabilitación, que los especialistas llaman de reeducación, parte de la misma pregunta que se hace Alba: ¿Por qué lo hacen? Existe una perspectiva de trabajo que encuentra en la construcción del género una respuesta. Mauricio Clavero, psicólogo especializado en violencia de género, trabaja hace dos años con agresores y explica: “Esto tiene un origen en estos varones y estas mujeres, por eso el fenómeno se desarrolla en una sociedad patriarcal porque no se nace mujer, se hace. Tampoco se nace varón, se hace”.

Al hombre se lo cría para ser fuerte, para no llorar, para no demostrar debilidad y dar sustento a la familia. Estas presiones ponen a la mujer en un lugar de dependencia y generan frustraciones en los hombres. Teresa Herrera, socióloga especializada en género, realizó un estudio sobre la salud de los hombres para el Ministerio de Salud Pública y allí buscó respuesta a por qué los hombres mueren antes que las mujeres. Los motivos que encontró no fueron biológicos o de crecimiento, sino relativos a estas exigencias. Herrera explica que “se tienen que aguantar todo porque son machos, entonces claro van poco al médico, consultan muy poco”. “Siempre van con el peso de ser el proveedor y terminan infartándose y muriéndose. Y cuando son jóvenes mueren más que las mujeres por situaciones que también tiene que ver con el rol de macho, porque se revientan con el auto, con la moto, o se matan a tiros entre ellos. Entonces ese orden de género lleva a que si bien los roles de poder lo tienen los varones, significa que ellos terminan muriendo antes que nosotras”, agrega. Clavero dice que en la sociedad actual esto se ve con mayor claridad en lo que él llama los “micromachismos”. Hoy en día, el rol del ama de casa y su marido el proveedor se ha ido desvaneciendo. Sin embargo, el machismo se hace patente en otras actitudes. La mayor expresión de estas masculinidades se revela cuando los hombres empiezan a ver a la mujer como un objeto y a tratarla como tal. El planteo de la reeducación de agresores radica en “deconstruir” ese concepto y “enseñar” a verla como una persona con los mismos potenciales que ellos. “Creo que hay posibilidad de cambio. Ahora, nuevamente hay que volver a la clínica o a la intervención de caso a caso y evaluar qué posibilidades hay. Hay situaciones donde se ejerce violencia hacia la otra persona, que exceden la posibilidad de intervención desde estos marcos también. Porque está contaminado de droga, de ajustes de cuentas, de exceso de dinero, donde se maneja desde otro lugares la situación”, dice Clavero.

A pesar de que cada caso es distinto, se repiten algunos patrones de comportamiento entre los hombres. Cuando Alba piensa en Rober lo recuerda como dos personas distintas: “Y él no parecía malo. La verdad en el primer tiempo como que no, después se había hecho algo insoportable”. Esta es una parte de las historias que se escucha con frecuencia de vecinos, compañeros de trabajo, conocidos. Asombrados cuando sale a la luz una denuncia o cuando una muerte por violencia doméstica los toca de cerca. El problema radica en que muchas veces los agresores no son los mismos dentro de su casa que fuera de ella. Muchas veces son vistos como personas simpáticas y colaboradoras. Una realidad bastante lejana a la que vive la mujer que los tiene más cerca.

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